Vidas Kerigmáticas
Santa Teresa Benedicta de la Cruz

Edith Stein, de nombre religioso Teresa Benedicta de la Cruz nace en 1891 en territorio de la antigua Prusia, ahora Polonia, y muere en el campo de concentración nazi de Auswitz el 9 de agosto de 1942. Fue una filósofa, mística, religiosa carmelita descalza, mártir y santa alemana de origen judío, pasando antes de convertirse al catolicismo por el judaísmo y el ateísmo.
Edith es la undécima de una familia judía, perdiendo al padre a los tres años. Buena estudiante, deja de rezar siendo una adolescente, acercándose al movimiento feminista antes de terminar el bachillerato. Decide estudiar filosofía, obteniendo la tesis doctoral en 1917 con la máxima calificación suma cum laude. En esos momentos empieza a rodearse de colaboradores y estudiosos cercanos al cristianismo. Tuvo afiliación política y lucho por el voto femenino y contra el antisemitismo reinante en Alemania en la época.
La conversión de Edith Stein estuvo precedida de una larga búsqueda intelectual y espiritual que se extendió desde 1916 a 1921. A lo largo de ese periodo leyó y estudió los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, la Escuela del cristianismo de Kierkegaard y las Confesiones de san Agustín, pero su conversión tuvo su acicate al leer Vida de Santa Teresa de Jesús, nuestra Santa de Ávila fundadora de las Carmelitas Descalzas.
Edith se bautiza en 1922, e inmediatamente después de su conversión, pide entrar en el Carmelo. Pero sus consejeros espirituales le recomiendan dedicarse a la docencia donde aúna trabajo y oración. No es hasta 1933 cuando finalmente puede entrar en el convento. Durante esos años, ella decide vivir como si fuera consagrada aún sin estarlo. Toma los hábitos en 1934 y hace los votos perpetuos en 1938. Dice que entrar en el Carmelo no es escapar de lo terrenal sino vivir el verdadero amor. En el convento, sus superioras la animan a retomar sus trabajos filosóficos, donde termina su escrito “Ser finito y ser eterno”, una de sus obras más significativas.
En 1938, viendo el clima de antisemitismo que crecía en Alemania, sus superioras deciden enviarla a un convento en Países Bajos, que era neutral, pensando que allí podría estar segura. Sin embargo, las tropas de Hitler ocupan Holanda en 1940 y Edith es arrestada en 1942 junto con su hermana Rosa, que también había ingresado en el Carmelo. Las dos mueren en Auschwitz.
Realmente es difícil resumir la vida de esta gran mujer en unas pocas líneas, tal vez aquello por lo que más se conoce a Edith Stein sea por su labor como filósofa. Fue discípula de Edmund Husserl, el padre de la fenomenología, y se codeó con los grandes filósofos e intelectuales de su tiempo. Toda su obra filosófica es de primerísima línea. Es precisamente su inquietud intelectual la que le llevó a encontrar a Dios, para ella fue la razón la que le empujó a emprender ese camino. Ella misma, considerando retrospectivamente su vida, escribía más tarde: «mi anhelo por la verdad era ya una oración».
El papel de Santa Teresa de Ávila fue crucial en su conversión y Edith cuenta que cuando cayó en sus manos la autobiografía de la santa, la leyó durante toda la noche. «Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad».
Después de su conversión y durante los años previos a entrar en el Carmelo, pone al servicio de Dios todos sus dones. Traduce obras de John Henry Newman o de Tomás de Aquino, se dedica a dar conferencias, a dar clases y a desarrollar su propia antropología donde encuentra la manera de unir ciencia y fe, y de hacer comprensible esta cuestión a otros. Durante toda su vida sólo quiso ser «instrumento de Dios» según sus propias palabras.
Fue beatificada en 1987 y canonizada el 11 de octubre de 1998 por el papa Juan Pablo II, quien también la nombró copatrona de Europa.

SAN JOSÉ, CUÍDANOS
Un rayo se abre paso victoriosamente entre las nubes, una lúcida estrella, que se inclina amistosa y paternamente hacia nosotros, derramando bondad y ternura, este es San José. Y así acepto todo lo que nos angustia, lo acepto y lo deposito en las manos fieles. Acógelo!
¡San José, cuídanos!».
«Si hay que buscar posada de casa en casas, vete por delante como guía fiel, tú, compañero de camino de la Virgen Purísima, tú, padre fielmente preocupado del Hijo de Dios, Belén, Nazaret, incluso Egipto, será nuestro hogar, si tú permaneces con nosotros.
Donde tú estás, está la bendición del cielo. Como niños seguimos tus pasos; llenos de confianza nos ponemos en tus manos. Sé tú nuestro hogar:
San José cuídanos.
Amén