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Quizá no sepas qué es el Kerigma, quizá te hayas acostumbrado a escucharlo o puede ser que lo conozcas y que lo recibas con un corazón humilde. Sea cual sea la situación en la que te encuentres, te invitamos a escucharlo una vez más:

«Cristo ha muerto y ha resucitado por ti. Ha muerto para sacarte de la muerte que en ti provoca el pecado. Cristo, el hijo de Dios, desde la cruz te dice que eres amado, que hay misericordia para ti. Cristo, con el corazón traspasado en la cruz, te dice que dejes de ser un mendigo de amor, que en Él tienes un amor limpio, eterno, fiel, gratuito y misericordioso.»

Cristo ha resucitado, vive para siempre, y Él te dice: «Tienes vida eterna, puedes vivir eternamente feliz o eternamente amargado». Jesucristo el hijo de Dios te dice: «De qué te sirve ganar el mundo entero si arruinas tu vida.» (Mc. 8,36).

Jesucristo, el hijo de Dios, te dice hoy a ti, a mí y al mundo entero: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, nadie va al Padre sino por mí» (Jn. 14,6)

El Kerigma es la pasión de Redemptoris Custos, queremos decirle al mundo entero: «Quien tiene al Hijo tiene la Vida; quien no tiene al Hijo no tiene la Vida» (1Jn. 5,16).

Le pedimos a San José y a todos los santos que Redemptoris Custos, con el paso de los años,  no pierda la misión para la cual fuimos aprobados: «Anunciar el Kerigma». Con gestos, con palabras, con la vida entera queremos gritarle al mundo entero que sacramentalmente fuimos sumergidos en el Kerigma en el día de nuestro bautismo; fuimos sumergidos en la muerte y en la resurrección de Cristo.

Sin el Kerigma la referencia a San José pierde todo su sentido, se quedaría en una devoción absurda y sin fundamento. San José es el hombre que custodia en la Iglesia la misión. San José con María nos lleva a Cristo y Cristo nos envía a la misión, y la misión nos lleva a Cristo; por eso no se puede ser un cristiano maduro sin vivir pasión misionera por anunciar el Kerigma. El cristiano que no anuncie y testimonie el Kerigma aún no ha empezado a vivir su bautismo.

Oración

Señor, tú has querido que tu Iglesia
sea sacramento de salvación para todos los hombres,
a fin de que la obra redentora de Cristo
persevere hasta el fin de los tiempos;
mueve ahora los corazones de tus fieles
y concédenos la gracia de sentir
que nos llamas con urgencia
a trabajar por la salvación del mundo,
para que de todas las naciones,
se forme y desarrolle un solo pueblo,
una sola familia, consagrada a tu nombre.
Por nuestro Señor Jesucristo, su Hijo, que contigo
vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos. Amén