La Santísima Trinidad
La presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en nuestras vidas desde el día del bautismo (Cf. Mt.28,19), es la primera fuente de nuestra espiritualidad y por tanto nuestro primer HOGAR DE MISERICORDIA. Con la ayuda de San José y María intentamos vivir el día a día desde la fe en este misterio de amor que nos habita; misterio de amor que nos impulsa a ir por todo el mundo y decir a cada persona: Dios en sus tres divinas personas es amor que te ama. Dice la Palabra:
“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23)
El reconocernos como morada de la Santísima Trinidad, desde el momento del bautismo, es para nosotros el fundamento de nuestras relaciones fraternas y a la vez la fuente de nuestro dinamismo misionero.
Decía Sta. Isabel de la Trinidad:
“Dios mío, Trinidad a quien adoro… pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás sólo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración sin reservas a tu acción creadora”
Para los miembros de Redemptoris Custos, adoración y misión están totalmente unidas, ya que en la misión reconocemos la voluntad de Dios y el hacer su divina voluntad es el mayor acto de adoración que podemos realizar.
Santa Isabel de la Trinidad quería ser una “alabanza de Gloria” (Ef. 6,1) a la Santísima Trinidad; también Redemptoris Custos pide la gracia de ser con San José y María una “alabaza de Gloria” en la Iglesia.
Sabemos que lo seremos siendo y haciendo discípulos de Jesús a todos nuestros hermanos e introduciéndolos en la vida trinitaría.
Oración
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso Señor,
Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.