Redemptoris Custos
En la Exhortación Redemptoris Custos aprendemos a conocer la grandeza de la vida de San José y a la vez conocemos la misión que se nos ha confiado en la Iglesia, es decir, vivir custodiando a Cristo que nos habita desde el momento del bautismo y a la vez custodiar la vida de Dios en cada hermano.
En la compañía y ayuda del hombre del silencio, San José, vivimos en la Iglesia participando de su misión. Esta no es otra que el anunció del Kerigma, para que el mayor número de hermanos puedan llegar al conocimiento de la vida dada en la muerte y resurrección de Cristo y que dicho conocimiento les lleve a ser sus discípulos.
Dice el Papa San Juan Pablo II:
«Considero, en efecto, que el volver a reflexionar sobre la participación del esposo de María en el misterio divino consentirá a la Iglesia, en camino hacia el futuro junto con toda la humanidad, encontrar continuamente su identidad en el ámbito del designio redentor, que tiene su fundamento en el misterio de la Encarnación».
Precisamente José de Nazaret participó en este misterio como ninguna otra persona, a excepción de María, la Madre del Verbo encarnado. Él participó en este misterio junto con ella, comprometido en la realidad del mismo hecho salvífico, siendo depositario del mismo amor, por cuyo poder el eterno Padre «nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo» (Ef. 1, 5)
«José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt. 1, 20-21).
En estas palabras se halla el núcleo central de la verdad bíblica sobre San José.
El mensajero se dirige a José como al «esposo de María», aquel que, a su debido tiempo, tendrá que imponer ese nombre al Hijo que nacerá de la Virgen de Nazaret, desposada con él. El mensajero se dirige, por tanto, a José confiándole la tarea de un padre terrenal respecto al Hijo de María.
«Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24).
Él la tomó en todo el misterio de su maternidad; la tomó junto con el Hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando de tal modo una disponibilidad de voluntad, semejante a la de María, en orden a lo que Dios le pedía por medio de su mensajero.
(Cf. Exhortación Apostólica Redemptoris Custos de Juan Pablo II)

Oración
Oh! san José, contigo y por tu mediación bendecimos al Señor. Él te ha elegido entre todos los hombres para ser el casto esposo de María, aquel que está a las puertas del misterio de su maternidad y que, después de ella, lo acepta con fe, como obra del Espíritu Santo.
Tú has dado a Jesús una paternidad legal en la estirpe de David. Tú continuamente has vigilado con afectuosa solicitud a la Madre y al Niño Dios, para hacer que sus vidas fuesen seguras y pudieran cumplir con su misión.
Jesús Salvador se ha dignado someterse a ti, como a un padre, durante su infancia y adolescencia y recibir de ti las enseñanzas para la vida humana, mientras tú compartías su vida en la adoración de su misterio.
Tú ahora vives con él. Continúa protegiendo a toda la Iglesia, familia nacida de la salvación traída por Jesús. Mira las necesidades espirituales y materiales de todos aquellos que acuden a tu intercesión.
Acuérdate de las familias y particularmente de los pobres: por tu mediación ellos están seguros de obtener la mirada maternal de María y la mano de Jesús que les socorre. Amén.
San Juan Pablo II